Sobre una pequeña elevación que domina el río Garona, el lugar del proyecto ha sido marcado a lo largo de la historia. Los hallazgos realizados en las excavaciones arqueológicas descubren un cementerio de la Edad de Bronce, una plaza de artesanos, una ciudadela militar y un lugar de concentraciones festivas de principios de la época romana. Además, en 1814, fue utilizado como punto de observación durante la batalla de Toulouse en el transcurso de la guerra de la independencia española.
Debido a la presencia de estos restos arqueológicos aparecidos en el subsuelo, no se autorizaba ninguna excavación de más de 40cm de profundidad. Al mismo tiempo, el ayuntamiento quería un jardín con árboles y vegetación.
La solución adoptada consistió en elevar el suelo y crear una nueva topografía utilizando la tierra extraída de la excavación en los sótanos de los edificios colindantes. La topografía acentúa el relieve y evoca el paisaje de colinas de la región toulousaine, de Lauragais o del Volvestre.
Este relieve ondulante se instala sobre la antigua plaza de armas, como si un velo cubriese el yacimiento arqueológico y sus tesoros, y permite la plantación de árboles, creando un oasis de vegetación en la parte central del jardín.
Frente al clasicismo de la composición original del recinto, la nueva topografía aporta un desorden que, aun conservando la vista hacia el edificio del Etat Major, añade nuevos horizontes que se superponen y que varían al deambular.
El jardín, sin perder su unidad, se complejiza en una suma de lugares, paisajes y ambientes diferentes, formados por colinas, caminos, arboledas y grandes explanadas, todos ellos propicios para diferentes actividades: zonas de juego infantil, toboganes instalados en las pendientes, espacios de descanso y de paseo, de encuentro o para el espectáculo.
Para reforzar la impresión de una única superficie ondulante, a medida que subimos las colinas, se ha superpuesto sobre el relieve, una capa de textura y alturas cambiantes que pasa progresivamente de la capa mineral a la pradera, de la pradera a la vegetación arbustiva, y más arriba al pequeño bosque.
En los valles, los caminos. Su base está formada por una gruesa capa de gravas que sirve de almacenamiento del agua de lluvia para evitar, así, colmatar la red pública en el caso de lluvias torrenciales. Por encima una segunda capa drenante con asfalto triturado, recuperado del antiguo aparcamiento, un geotextil y una fina capa de arena para recibir el pavimento.
Bajo los plátanos existentes, de un lado al otro de esta topografía, un paseo abierto a las bicicletas permite atravesar jardín en línea recta.
La pérgola, paralela a los edificios, limita este camino y constituye un zócalo de vegetación creando un lugar de sombra propicio para reposo y la contemplación. El mobiliario, al igual que la pérgola y las puertas de acceso, se construye con una malla de deployé en acero corten de forma que, o se funden con el resto, o permiten el agarre de la vegetación.
El jardín Niel consigue ser un espacio dinámico, con múltiples ambientes bajo un mismo lenguaje. Un lenguaje pautado por la topografía y el material que se funden en una única intervención donde todo parece evidente.